Augusto
Lostaunau Moscol *
“Tenemos
jerigonza judicial, jerigonza universitaria, jerigonza periodística, jerigonza
criollo-arcaica, en fin, todas las jerigonzas que dicen al idioma como las
erupciones cutáneas a la piel. Todo hay, menos el estilo franco i leal que
precise la fisonomía del individuo, que diferencie al hombre de los otros
hombres, que encierre la manifestación exacta del yo. Todo hay, menos el
lenguaje claro i sustancioso, con la virtud del agua i del pan, no cansar”.
Manuel
González-Prada (1888)
Han
pasado 130 años desde que Manuel González-Prada exigiera un lenguaje claro para
tratar los problemas del país. Para escribir sobre las causas y las
consecuencias de los grandes males que afectan a la totalidad de los ciudadanos
del Perú. Hace 130 años se exige esto, pero son muy pocos los intelectuales que
han asumido este reto. Es por ello que se puede leer muchos “análisis” de la
realidad nacional que sólo buscan disfrazar –“maquillar”- los problemas estructurales.
El
famoso Serpentín de Pasamayo acaba de cobrar cerca de medio centenar de nuevas
víctimas. Casi 50 peruanos han muerto en un nuevo accidente de tránsito
vehicular. El ministro del ramo sólo sabe escribir un escueto tuit donde indica
que fue el exceso de velocidad el origen del accidente. El presidente anuncia
que se ampliarán las vías de la Variante de Pasamayo para clausurar
definitivamente la peligrosa vía.
La
pregunta es: ¿Basta con esto? Es decir, podrán terminar los accidentes en el
Serpentín aunque, ¿y las otras carreteras del Perú? La respuesta es sencilla:
No. Es que a falta de una política de transporte terrestre a nivel nacional,
cualquier acto es sólo un acción inmediata, mediática y parcial. Mejor dicho,
se necesita de un accidente que ocasione la trágica muerte de muchas personas
para que las autoridades actúen. Mientras esto no ocurra simplemente se
acumularán los factores que ocasionan las tragedias.
Además,
no se ha dicho nada sobre un factor muy importante para que ocurran diariamente
accidentes de tránsito en el Perú: La Corrupción.
Así
es. La corrupción permite que circulen autos que no cuentan con los requisitos
técnicos para hacerlo. La corrupción permite que muchos choferes puedan
conducir un auto sin tener brevete. La corrupción permite que los brevetes se
puedan conseguir sin dar los exámenes. La corrupción permite que muchos que no
aprobaron los exámenes de conductor logren tener el brevete requerido. La
corrupción permite que muchas empresas de transporte puedan mantenerse en las
carreteras sin contar con las mínimas garantías para hacerlo. La corrupción
permite que no se cumplan las leyes. La corrupción permite que no se sancione a
los conductores o las empresas que no han cumplido con las normas de tránsito.
La corrupción permite que ocurra todo esto. Y a las autoridades no les
interesa.
Cuando
uno viaja por el Serpentín de Pasamayo logra ver los avisos donde se indica que
la “velocidad máxima es 60 kilómetros”. Y todos los choferes sobrepasan los 60
kilómetros y a nadie la importa. Las autoridades no imponen las sanciones
correspondientes. No hay multados. Una coima y listo. Se supone que todos los
buses interprovinciales y camiones que circulan por el Serpentín son
monitoreados por radar, pero a nadie le importa. Los choferes aceleran y pasan
los otros vehículos en zonas donde está prohibido hacerlo. Los pasajeros
reclaman y a nadie le importa. Las dependencias encargadas de los reclamos no
funcionan. No hacen nada.
Vemos
las imágenes del rescate de los cadáveres de las víctimas de este nuevo
accidente y nos sorprende la presencia de INDECOPI. Una institución
verdaderamente inservible. Por ejemplo, la oficina de INDECOPI del aeropuerto
Jorge Chávez es simplemente un ejemplo de lo inservible de esta institución. A
fines del mes de noviembre del año que pasó, varios pasajeros de Avianca fuimos
burlados por el personal de esa empresa. Al momento de apersonarnos a dicha
oficina, simplemente fuimos maltratados por el personal de INDECOPI. Nos
dijeron “ya dejen de reclamar”. ¿Corrupción? No lo sabemos.
Como
escribió Manuel González-Prada:
“Los políticos de profesión,
los que se desvelan por ganarse prosélitos, hablan siempre con atenuaciones,
circunloquios i estratajemas, mientras que el hombre verdaderamente libre lanza
el pensamiento en su más cruda integridad, sin que le importe nada herir los
intereses de las clases acomodadas ni sublevar la cólera de agrupaciones
ignorantes i fanáticas”.
*Historiador
a favor del Colegio Profesional de Historiadores del Perú